miércoles, 26 de noviembre de 2014

El arte de la investigación en tiempos de crisis





La investigación educativa empírica suele seguir ciertos pasos y procesos establecidos: las ideas iniciales van tomando forma, el proyecto se va consolidando, se hace un presupuesto y se obtienen fondos, se establecen contactos con las escuelas, se obtienen los permisos necesarios, incluyendo los del comité de ética de la universidad, se crea un cronograma y ¡listo! podemos comenzar el estudio. Estamos conscientes de que hay mucho trabajo por hacer y que, inevitablemente, surgirán problemas y obstáculos (los alumnos faltan a las sesiones porque tienen práctica de banda o futbol, se pierde material, la grabadora no funcionó, alguien se enfermó, un alumno se mudó a otra escuela… ) pero también intuimos que todo se irá resolviendo, que el proyecto se desarrollará de forma orgánica y que habrá momentos y descubrimientos emocionantes y significativos. Sin embargo, con lo que no solemos contamos es con un evento de tal magnitud que envuelve a todos los participantes y transforma el ambiente y hasta los resultados de una investigación.

Me refiero a la situación de crisis que se vive en México a partir de la atrocidad cometida en contra de los jóvenes estudiantes, aspirantes al magisterio, el 26 de septiembre. Este suceso, precisamente un atento contra la juventud y la educación, es la gota que derramó el vaso ya de por sí lleno hasta el tope de injusticias y violencia surgidas a raíz de la corrupción y de la asociación de las autoridades con el mundo de la criminalidad. Los alumnos de las secundarias con quienes hemos trabajado en los últimos tres meses no estaban ajenos a la situación de inseguridad que afecta a todos los mexicanos, pero la desaparición y probable masacre de los estudiantes de Ayotzinapa ha agudizado sus miedos y la ansiedad sobre su propio futuro.

Los talleres de lectura que llevamos a cabo como parte de la investigación tienen como objetivo recoger experiencias lectoras a través de estrategias que pueden transformarse en métodos para usar tanto en la clase de español como en círculos de lectura, en la biblioteca o en otros espacios donde los jóvenes se encuentran con los libros. Las investigadoras utilizamos una metodología derivada de los estudios de recepción lectora dentro de un marco de investigación empírica cualitativa que conlleva ciertas normas éticas y una cierta conducta por parte del investigador. En otras palabras, se busca obtener la respuesta lectora de la forma más “auténtica” posible, aunque es evidente que, desde un principio, la respuesta lectora es el resultado de una multitud de factores, individuales y colectivos, que afectan los espacios y los momentos del estudio. Sin embargo, como investigadora, uno intenta tener el impacto más mínimo posible en la respuesta, permitiendo al lector tomar su propio camino en cuanto a sus comentarios, preguntas y observaciones. Una guía de preguntas ayuda a mantener cierta estructura y dirección, pero es preferible seguir el hilo de la conversación según va surgiendo a partir del texto leído.

Los libros, como todos sabemos, tienen la posibilidad de hacer surgir una variedad de emociones y pensamientos y los adolescentes, como todos sabemos, se encuentran en una época de vida donde las emociones están a flor de piel. Estas inevitablemente surgen cuando encuentran un espacio donde se les invita a hablar de su lectura. ¿Qué hacer entonces, cuando la conversación comienza a girar en torno a sus tribulaciones, sus miedos y sus ansias? Una chica revela que le pasa lo que en Justicia Divina, que si se le aparece “La Llorona”, ya ni se asustaría porque hay cosas reales que la asustan más; un chico nos dice que a veces siente que vive en otra realidad, así como el protagonista de la novela que acabamos de comenzar (Memorias de Idhun, de Laura Gallego); otro chico nos cuenta una historia que leyó sobre la relación difícil entre un niño y su madre y en eso los ojos se le llenan de lágrimas; otras jóvenes nos dicen que tienen miedo, miedo de ser víctimas de la violencia contra las mujeres, así como en La niña de rojo; varios se refieren a lo que sucedió en Ayotzinapa.

No se pueden separar la lectura y la vida. No podemos permanecer objetivos e impasibles cuando los lectores nos cuentan sus historias y sus sentimientos. Sobre todo no podemos hacerlo si también nosotros nos encontramos todos dentro de la pesadilla en la que se encuentra este país. Tampoco podemos separar nuestra participación como investigadoras de los sucesos que ocurren y de las vidas de los alumnos con quienes convivimos durante este tiempo. A veces uno se pregunta qué sentido tiene recoger y analizar datos, escribir artículos, dar conferencias cuando están sucediendo eventos que sacuden al país. Nos preguntamos si realmente es tan importante lo que hacemos, si leer y comentar libros con unos cuantos muchachos de los millones que hay en México sirve de algo.

Pero recordemos la palabras, basadas en experiencias reales en situaciones similares de crisis, de la reconocida antropóloga de la lectura, Michèle Petit, autora de El arte de la lectura en tiempos de crisis (Océano, México 2008):
En contextos de crisis, la literatura nos da otro lugar, otro tiempo, otra lengua, una respiración. Se trata de la apertura de un espacio que permite la ensoñación, el pensamiento, y que da ilación a las experiencias. Una crisis es como una ruptura, un tiempo que reactiva todas las angustias de separación, de abandono, y produce la pérdida de ese sentimiento de la continuidad que es tan importante para el ser humano. Las narraciones, entre otras cosas, nos reactivan ese sentimiento, no sólo porque tienen un comienzo, un principio y un fin, sino también por el orden secreto que emana de la buena literatura. Es como si el caos interno se apaciguara, tomara forma.
http://www.lacasadeviena.com/literatura/el-arte-de-la-lectura-en-tiempos-de-crisis-de-michele-petit/

Michèle recoge los comentarios y observaciones de lectores en situaciones de crisis distintas en diferentes países y muestra que a pesar de las diferencias en los contextos, hay evidencia del valor que tiene la literatura y la lectura en esos momentos y que, de hecho, las personas tienden a volcarse hacia la los libros, las ferias del libro, las bibliotecas cuando hay caos.

Esto lo constatamos ahora con los comentarios de mucho de los jóvenes que dijeron que se refugian en los libros cuando tienen problemas o cuando hay dificultades a su alrededor. Nos contaron que se “escapan” de la realidad pero que a su vez aprenden de lo que leen e intentan aplicarlo a su propia situación.

El libro de Michèle no sólo reafirma el valor de la investigación sino también nos dan esperanza, tanto para las turbulencias de la adolescencia como para la crisis mexicana, ya que pretende “identificar algunos de los sesgos que permiten un nuevo despliegue de las posibilidades, una posibilidad de salida de los caminos ya trazados”.

Reflexionemos también entonces en la responsabilidad de la investigación en tiempos de crisis. No se trata de intentar ser terapeuta ni de discutir política, pero tampoco se trata de evadir temas o mantener distancias artificiales. Con profesionalismo y respeto hay que permitir esos momentos, saber escuchar pero también saber cuándo es necesario llevar la conversación, con delicadeza, por otros lados. Sugerir posibilidades. Compartir lo que es posible compartir, sobre todo la solidaridad y la esperanza. Repensar lo que realmente significa hacer investigación, de nuevo, para citar a Michèle:

These days, everything needs to be quantified and everyone is obsessed with getting immediate returns, and we easily tend to forget that making detours is crucial from an anthropological and psychic point of view, particularly in critical times […] Making a detour is vital when we need to be clever to get around pain or fear rather than face them. It is also essential for thinking and creativity.

http://www.ibby.org/index.php?id=900
(En estos días, todo tiene que ser cuantificado y todos están obsesionados con obtener rendimientos inmediatos y es fácil olvidar que desviarnos es crucial desde un punto de vista antropológico y síquico, especialmente en tiempos críticos […] Desviarnos es vital cuando es necesario ser listos para darle la vuelta al dolor o al miedo en vez de confrontarlos. También es esencial para el pensamiento y la creatividad.)
(EA traducción)

(El título de este blog pretende ser una homenaje a Michèle – y también es un llamado a los editores del mundo anglosajón, ya que resulta increíble que la obra de Michèle , tan valiosas para la sociología de la lectura, para la educación y para la mediación, entre otras áreas, no se ha traducido al inglés. Lo único que aparece en inglés es un texto que hizo para uno de los congresos de IBBY: http://www.ibby.org/index.php?id=900 ).

miércoles, 12 de noviembre de 2014

La niña de rojo. Aaron Frisch y Roberto Innocenti.



Volver a contar las historias clásicas de los hermanos Grimm o de Charles Perrault con otro sabor o giro ha sido una especie de nueva “tradición subversiva” dentro de la LIJ desde más o menos finales del siglo veinte, e incluso ha repercutido en creaciones cinematográficas como la saga de Shrek y sus amigos. A partir de puntos de vista variados, muy oscuros o esperanzadores, un gran sentido del humor, y toda clase de recursos literarios como la metaficción, estas obras han vuelto a energizar el antiguo género del cuento de hadas y nos han hecho mirar el pasado con otros ojos.

Un buen ejemplo de ello es el libro álbum titulado La niña de rojo, escrito por el norteamericano Aaron Frisch e ilustrado por el italiano Roberto Innocenti, que con una gran calidad literaria retoma de una forma innovadora el muy conocido relato de Caperucita Roja, para insertarlo dentro de la modalidad temática de las aventuras familiares. Aunque idealmente dirigido a pequeños de ocho años, sus ilustraciones complejas, llenas de críticas sociales, burlas graciosas y lugares desangelados y sucios, que ofrecen un gran realismo por el cuidado en los detalles del entorno y en el físico de los personajes, y sus textos lúdicos que nos guían paso a paso, bien pueden encantar a lectores de todas las edades.

En una noche lluviosa, una viejita pequeña y brillante, como un juguete con luz propia, narra un relato a un grupo de niños en lo que tal vez podría ser una descuidada guardería: una tarde, Sofía, una niña que vive en un barrio pobre y peligroso de una gran ciudad, bajo el encargo de su madre sale de casa para llevar galletas, miel y naranjas a su abuela que ha estado enferma y necesita algo de compañía. Desafortunadamente, en el camino se topa con algunos chacales (una pandilla que viaja en moto) que la acosan, la rodean y no la dejan en paz.

Cuando todo parece más oscuro, alguien conocido como el cazador, un hombre joven y fuerte la salva y le propone llevarla lo que queda de trayecto. Ella le confía el estado de su abuela y su misión, pero tras haber transcurrido un corto trecho, su salvador dice tener que dejarla. Mientras Sofía llega finalmente al hogar de su abuela, el héroe, que en realidad era un lobo, se le ha adelantado y la espera para también acabar con ella. No obstante, ante el horror de los infantes que no dejan de llorar, la viejecita, conciente de que los cuentos son mágicos, ofrece a su audiencia un final feliz por el que también se puede optar.
Esto recuerda el término “eucatástrofe”, acuñado por J. R. R. Tolkien en su ensayo “Sobre los cuentos de hadas”:

Pero el valor «consolador» de los cuentos de hadas ofrece otra faceta, además de la satisfacción imaginativa de viejos anhelos. Mucho más importante es el Consuelo del Final Feliz. Casi me atrevería a asegurar que así debe terminar todo cuento de hadas que se precie. Sí aseguraría cuando menos que la Tragedia es la auténtica forma del Teatro, su misión más elevada; pero lo opuesto es también cierto del cuento de hadas. Ya que no tenemos un término que denote esta oposición, la denominaré Eucatástrofe. La eucatástrofe es la verdadera manifestación del cuento de hadas y su más elevada misión.

Ahora bien, el consuelo de estos cuentos, la alegría de un final feliz o, más acertadamente, de la buena catástrofe, el repentino y gozoso «giro» (pues ninguno de ellos tiene auténtico final), toda esta dicha, que es una de las cosas que los cuentos pueden conseguir extraordinariamente bien, no se fundamenta ni en la evasión ni en la huida. En el mundo de los cuentos de hadas (o de la fantasía) hay una gracia súbita y milagrosa con la que ya nunca se puede volver a contar.

El final feliz ofrecido como otra posibilidad en La niña de rojo cobra importancia, pues permite este consuelo del que habla Tolkien. Cabe mencionar que esta eucatástrofe no es como el deus ex machina. A diferencia de éste, la eucatástrofe parte de elementos que están en la narración, no hay ninguna aparición mágica ni repentina.

Al revisar el libro de Frisch e Innocenti con los jóvenes muchas sorpresas nos aguardaban. Fue alarmante descubrir que los cuentos ya no gozan ni de tiempo ni de popularidad. En el acelerado mundo en el que vivimos ya no hay tiempo para contar cuentos, para compartir historias. Es más fácil ver una película que narrar una historia y la memoria se ve afectada, saturada por comerciales, marcas y mucha, mucha información, como muestran las ilustraciones de Innocenti en lo que Frisch llama “la selva”: un gigantesco centro comercial tapizado de imágenes que incitan a comprar y a vivir y pensar de una manera determinada.

Para la investigación es importante resaltar que entre las historias que más se repitieron en el cuestionario sobre los cuentos que recordaban los jóvenes estaba Caperucita Roja (57 veces), unos puntos después de Los tres cochinitos (67 veces). Sin embargo, para los chicos fue muy difícil reconstruir el cuento de Caperucita, ya que sólo recordaban fragmentos y no podían diferenciar entre las distintas versiones. Hubo detalles que tenían claros, como que la madre manda a Caperucita a casa de su abuela enferma y que el lobo la intercepta en el bosque, pero otros como lo que le llevaba a la abuela, si el lobo se come o no a la niña, o la presencia de un cazador/ leñador les costaron más trabajo.

También cabe mencionar que las versiones cinematográficas actuales de Caperucita Roja fueron más frecuentes y más cercanas para los jóvenes, como Buza Caperuza (2005) y La chica de la capa roja (2011), a diferencia de las versiones escritas de los Hermanos Grimm o de Perrault.

En la sesión analizamos primero la portada de La niña de rojo, después la contraportada y finalmente, las primeras páginas. Para los jóvenes urbanos fue muy fácil identificar los paisajes de Innocenti, porque pertenecen a su realidad, a lo que conocen, a lo que miran cuando salen a la calle o cuando miran la televisión. Y a pesar de la agresividad de algunas imágenes, las asimilaron y se las apropiaron, porque para ellos son más cercanas las bardas llenas de graffitis y las rejas con alambre de púas que el bosque de la Caperucita original. Los diferentes estratos sociales, la suciedad y la violencia son parte de su vida diaria. Surgieron muchas dudas a partir de la observación de las imágenes, pero también ideas propias y únicas de cada joven, explicaciones al mundo creado por Frisch e Innocenti, que a la vez eran explicaciones a su propio mundo, a sus miedos, a lo que observan.

Tolkien, J.R.R. “Sobre los cuentos de hadas”. Deartesypasiones.com.ar. Web. Archivo de Word.


Elisa Lamothe
Georgina Lamothe
Joselyn Silva