jueves, 24 de septiembre de 2015

La necesidad de contar la vida: Breve experiencia de respuestas lectoras de alumnos de secundaria ante Migrar de José Manuel Mateo y Javier Martínez Pedro


 
Para esta entrada, invitamos a Alejandro Aguilar Mayorga  a compartir una experiencia de lectura con sus alumnos de secundaria. Su contribución es oportuna e importante por dos razones: primero, porque cada vez es más urgente de entender el tema de la migración para poder encontrar  soluciones (la situación en Europa en los últimos meses lo demuestra ampliamente); la segunda razón es que el texto de Aguilar Mayorga encaja con la previa entrada de este blog porque describe una experiencia lectora que muestra el potencial de leer un texto con palabras e imágenes junto con una estrategia creativa en la clase de Español. No sólo cubre los requisitos del programa de estudios sino que también motiva a los alumnos a ejercer sus competencias de lectura y escritura de manera que resulta ser una experiencia creativa y significativa para ellos, además de permitirles hacer una reflexión humana sobre este fenómeno histórico y global que es la migración y que nos afecta a todos.
Migrar, el libro de José Manuel Mateo y Javier Martínez Pedro, fue publicado en 2011 por Ediciones Tecolote y recibió el galardón Nuevos Horizontes en la Feria del Libro Infantil de Bolonia 2012 (ha sido publicado al inglés bajo el título Migrant: The Journey of a Mexican Worker en 2014 por Harry N. Abrams).
Alejandro Aguilar Mayorga es formado en letras hispánicas y portuguesas por la UNAM. En los últimos años, se ha especializado en los ámbitos de la promoción de lectura, las bibliotecas escolares y la literatura infantil y juvenil. Actualmente desarrolla actividades de fomento a la lectura con adolescentes de las cuales da cuenta en su blog "Librertades" (librertades.wordpress.com).
*Nota: las palabras y fotos de los estudiantes aparecen con su permiso y el de sus padres.


“Llegamos con la famosa “Bestia” y nos encontramos con gente de todas partes mexicanos, peruanos, chilenos, guatemaltecos, bolivianos, hombres, niños, adolescentes, mujeres, todos con la misma intención, buscar nuevas oportunidades y salir adelante.” – Mauricio

 


“Todos empezamos a correr, cuando de pronto se empezaron a escuchar muchos disparos, gritos y llantos. Yo sólo pude gritar a mi familia: “¡Todos juntos!”. Poco a poco las personas empezaron a hacerse menos quedando nosotros hasta el final de la bola que se formó entre todas las personas. Todos sabíamos lo que pasaría después, primero mataron a mi hijo, el menor, alcanzaron también a mi esposa y la mataron, pude cargar a mi hijo, traté de esconderme entre todas las personas y logramos salir.” – Paola

 
Paola y Mauricio son dos alumnos de segundo grado de secundaria en el Colegio Latino Jesuita, en Cuautitlán Izcalli, Estado de México. Ambos han compartido con su grupo un relato en torno al tema de la migración de mexicanos y latinoamericanos a Estados Unidos. De sus textos, sorprende la reflexión, el dramatismo, pero, principalmente, la narración, a manera de crónica, como producto de la observación y el análisis de la narrativa visual que nos ofrece Migrar.

En la clase, los alumnos permanecen a la expectativa cuando llego y entrego a cada uno un juego de copias con las imágenes en desorden de Migrar. En aquél momento, todos esperaban una crónica, pues era uno de nuestros temas a revisar durante el bimestre. No obstante, al ellos recibir las imágenes, lo primero que hago yo es cuestionarlos acerca de qué tipo de texto podrían componer dichos elementos visuales. Surgen las primeras ideas y me responden que por los “dibujos”, por su “diseño”, éstos se asemejan a las imágenes de los aztecas o tal vez de los mayas. Luego, alguien al fondo, indica que se trata de una especie de códice y nos explica lo que es, señalando que es un tipo de texto mediante el cual antiguamente se narraban diversos acontecimientos.

En ese momento, reafirmo la información sobre los códices y conduzco a los alumnos a centrar su atención en el hecho de que se trata de una narración, recordándoles que este tipo de discurso se compone de secuencias, las cuales, como habíamos identificado al compartir varias crónicas, poseen un orden cronológico. Así pues, pido a los alumnos que intenten poner en orden la serie de imágenes que han recibido. El ejercicio de armar el códice, por un lado, demanda la observación de los lectores y, por otro lado, un primer análisis de las imágenes, pues para hallar el orden, éstos han tenido que definir un inicio, un primer indicio que habrá de modificarse en las subsecuentes imágenes; un indicio que, para la mayoría, quedó definido como el sol en la parte superior de uno de los cuadros.

Pronto, los alumnos solicitan que revise su trabajo, habiendo armado el códice. Me preguntan si están bien y yo los cuestiono acerca de sus decisiones: “¿Qué fue lo que te llevó a darle ese orden?”. Los estudiantes me explican y, casi naturalmente, comienzan a narrarme hechos, a describirme cosas, a ubicar personajes, a hablar de cómo hay diferentes escenarios que permiten deducir un avance cronológico y varias posibles historias. Pido a los alumnos que compartan sus trabajos y los pegamos sobre el pizarrón o en las paredes y los comparamos; comparamos las diferentes lecturas de imágenes, las diferentes narraciones que han surgido. La mayoría coincide. Algunos pocos se acercan y cambian su orden, preguntando a los demás por qué tal imagen va antes o tal después.

 A punto de terminar la sesión de ese día, pido a los alumnos que den un título a la historia que se cuenta en el códice, justificando su respuesta. Se dan algunos de los siguientes títulos: “Migrando”, “Emigración”, “La migración”, “Migrantes”, “Camino al sueño americano”. Una vez más los alumnos explican su decisión, misma que coincide con el proceso de armado del códice. Solicito, finalmente, que escriban la historia que se han imaginado, siguiendo los modelos de crónica que hemos trabajado, para compartirla al día siguiente, donde me he comprometido a mostrarles el orden original y leerles la historia que acompaña las imágenes con las que han trabajado.
 

Al día siguiente, los alumnos, entusiasmados por querer leer sus historias, me abordan desde la entrada del salón de clases, algo que, debo confesar, no me sorprende mucho, pues se trata de un grupo de adolescentes que ama contar historias y ama, principalmente, ser escuchado.      

 
Escucho, escuchamos las historias, y tal como en los fragmentos que he compartido al principio de esta entrada, aparecen los personajes, los lugares, los recorridos, las vidas, los problemas, los obstáculos, las crueldades, la nostalgia, el trabajo, el sueño, la tristeza, la alegría, las dificultades, lo extremo, la pérdida, los pueblos, las tradiciones, la comida, las necesidades, las amistades, todo, todo lo humano, todo lo que son ellos, lo que somos. En esto, justo en esto, a mi parecer, consisten la lectura y la escritura; procesos mediante los cuales, los estudiantes han observado y analizado una serie de imágenes que halla eco en sus referencias (experiencias, producto de otras lecturas en diferentes medios: películas, noticias televisivas, periódicos, revistas u otros libros), pues sin éstas no hubiera sido posible construir una historia ni mucho menos deducir que trata de la migración; procesos a través de los que emerge la necesidad de indicar, de describir y de narrar lo que el texto visual de Migrar los ha hecho imaginar. 
 

Esteban, uno de los estudiantes más inquietos de la clase, me sorprende al querer pasar al frente y señalarnos cada detalle que encontró en casa al seguir analizando el texto. Nos presenta una exposición formidable, de ideas organizadas y fundamentadas en sus experiencias y en sus lecturas sobre el tema. Se esfuerza enormemente por encontrar las relaciones entre las secuencias, símbolos, claves que nos lleven a descubrir la historia. Comenta y nos comparte su escrito.

Posteriormente, decido compartirles el texto original y comprueban que sus historias tienen puntos en común: escenarios, personajes, secuencias cronológicas, en fin, la narración misma de las miles y miles de vidas que recorren kilómetros eternos para alcanzar una mejor vida; las vidas de quienes llegan y quienes se quedan, de quienes superan los obstáculos y de quienes son abatidos. Cabe mencionar que, al momento de compartirles la narración que acompaña el texto visual, he pedido a los estudiantes que traten de localizar a los personajes y las situaciones narradas, indicándolos en el códice con un color. De esta manera, cada alumno muestra sus resultados al grupo, haciendo referencia ahora a la historia que se nos cuenta en el libro. En este sentido, los alumnos han logrado hallar los puntos clave tanto del texto como del códice y, finalmente, relacionarlos.

Ya en la última sesión de lectura de Migrar, pido a los alumnos que formulen una serie de preguntas dirigidas al autor y/o al ilustrador del libro, de tal manera que ellos mismos, uno a uno, se pongan en el papel de alguno de los creadores. Así, logramos abrir una sesión de preguntas y respuestas en que los alumnos comparten sus inquietudes, capaces, al final, de dialogar y discutir sus lecturas.

Sin duda alguna, haber compartido el libro de José Manuel Mateo y Javier Martínez Pedro con mis alumnos, facilitó, por un lado, que los lectores desarrollaran sus capacidades interpretativas a partir de la construcción, deconstrucción y reconstrucción, observación y análisis de imágenes y, por otro lado, que la lectura de un libro tan peculiar fuera más allá del texto, pues, como se ha referido hasta aquí, éste permitió el establecimiento de diálogos, de búsquedas y, sobre todo, alentó la necesidad de narrar y compartir más que simples historias, nuestras propias experiencias a través, en un primer momento, de la oralidad y, posteriormente, de la escritura.
 
 

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